Cuando suenan las campanas las oigo como amenazas. Sé de donde proceden, soy un experto en campanas: las que vienen de la iglesia, las del reloj de pared de nuestra casa, las de la hora del ángelus en Radio Nacional de España… y tus campanadas. Estas son las que más temo: cuando te pintas los labios y te maquillas la cara, cuando te ajustas las medias y en las caderas la falda, cuando llegas tarde a casa y te acuestas a mi lado y me das luego la espalda. ¿Me engañas?, te pregunto, y me respondes que sólo oigo campanas.
(Zorromono)
Última edición por Zorromono el Mar Feb 15, 2011 8:55 am, editado 1 vez en total.
El tiempo no se detiene, simplemente va despacio, es un sueño, es otro lugar.
En la embriagadora realidad todo ocurre muy deprisa, los vehículos levantan las hojas a su paso y un simple beso de bienvenida se convierte en un amargo beso de despedida.
Cierro los ojos y vuelvo a soñar, la semana dura 5, 14 o 21 días, estoy en un sueño agridulce con ganas de despertarme y volver a la realidad. Esa realidad que hace que mis sueños pasen deprisa.
Abro los ojos y vuelvo a despertar, abrazo a mi novia con ganas de no volver a soñar.
Quiero llegar hasta el cielo de tu boca. Sin prisas. Lentamente. Dejando que anide el deseo. Mirarte a los ojos primero, quitarte las gafas después, acariciarte, luego, la nuca y el pelo, sujetar tu cabeza entre mis manos de acero, pasear mi tosco pulgar por tus labios, descubrir un sendero, rozar tus dientes con mis dedos, acercar muy despacio mi boca sedienta a la tuya y beberte y besarte, por fin, como nadie lo ha hecho. Con furia, con hambre de sexo, avanzando mi lengua por el camino abierto, y dejarla allí largo tiempo, acariciando, de tu boca, el cielo.
(Zorromono)
Última edición por Zorromono el Mar Feb 15, 2011 8:56 am, editado 1 vez en total.
- Quiero llegar hasta él, cielo. Ya sabes lo que tienes que hacer.
Ella se pintó los labios, se bajó el escote, se ajustó los senos y se subió la falda. Él, de pie, fumando, de espaldas al lecho, aún caliente, que acababan de compartir, la observó alejarse desde la ventana del cuarto piso de aquel hotel de mala muerte. Contempló su sensual figura, apenas iluminada por la tenue luz amarilla de las farolas, hasta que desapareció envuelta por la densa bruma de la noche. Acarició la culata de su pistola e imaginó a Eleanor yaciendo en brazos de su enemigo.
“Quiero llegar hasta el cielo”. Desde que recuerdo, este deseo me ha poseído y a su satisfacción se han encaminado todos mis actos. Me convertí en un avezado explorador de cielos. Elaboré un mapa con los paraísos recorridos. Dibujé, primero, una teta, mi pequeño sexo de infante, Adelita en pelotas... luego mi poderoso cuerpo, esculpido y adánico, copulando con hermosas mujeres... también pinté cálices de vino sobre alfombras de pétalos de rosas, monedas de oro esparcidas a mi paso y hombres vencidos a mis pies. Esbozé, finalmente, una luna, tu pelo, tu pecho desnudo y abandoné, para siempre, la cartografía.
¡Joder, esto es magia, no la de los Reyes Magos!, exclamó Pepe, sorprendido y mosqueado, ante la exhibición del mago. El Gran Jau Dini hizo desaparecer delante de sus atónitos ojos una extraordinaria pieza de jamón pata negra que Pepe trajo para la demostración y que le había costado un potosí. Sin cuchillo jamonero, sólo un suave toque de varita mágica y el jamón se esfumó en el aire. No ha quedado ni el tocino, pensó, acordándose del cuerpo orondo y seboso de Herminia, su mujer. Al día siguiente, Pepe, volvió a visitar al mago acompañado de su amada esposa.
Jolín, ¿esto es magia?, pues vaya mierda de magia, se quejó Pepito más mosqueado que un pavo en nochebuena. Poco antes, ese día tan esperado, Pepito, muy de mañana, se levantó de un brinco de la cama y salió disparado hacia el salón. Debajo del árbol de navidad le aguardaba el regalo que este año le había pedido a los Reyes Magos: una caja de Magia Borrás. Había visto el anuncio del juguete por televisión y soñaba con convertirse en un gran mago. Hasta que abrió la caja y comprendió que con aquella porquería, la suya, sería una misión imposible.
